Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

sábado, 1 de mayo de 2021

 

  Coloquio entre Lázaro y Pablos

- Buenos días nos dé Dios, Lázaro

_Que no me llames Lázaro, ¡coño ¡

_Y ¿Cómo quieres que te llame, Timoteo? Te llamas Lázaro ¿no?

_No. Me llamo Tomé como mi padre que en gloria esté. A todo el mundo le dio por llamarme Lázaro porque era mozo de ciego. El lázaro pacá, el lázaro pallá, qué quiere el lázaro... Menudo fastidio, me dejaron sin nombre.

_Pues nada. Tomé como tu padre que en gloria esté. Ja ja ¡En gloria!, si era un caco como el mío.

_Que no te enteras. Mucho estudiar latín con tu amo, pero no te enteras de nada. Mi padre hacía pequeños hurtos y no murió en la horca sino en la guerra, en la de Los Gelves, con su señor en defensa de la patria, de las Españas.

_ ¿Tu madre también está en la gloria? En la gloria se quedaría cuando te soltó con el ciego, pero en la otra gloria…que yo sepa no era una santa…era…

_ ¿A mi madre ni mentarla! Ese era…lo guardas para la tuya que tú mismo contaste que era bruja y ¿Qué me dices de aquello de que todos los copleros de Castilla “hicieron cosas” sobre ella? ¿Te crees que me chupo el dedo?

¡Ah! Y no me soltó. Lo hizo sin remedio pues no podía mantenerme a mí y a mi hermanico. Bien que lo sentía.

_Un poco tonto si eras. Mira que creerte lo del toro de piedra. ¡Menuda calabazada! Ja jai. Claro que luego bien que se lo hiciste pagar.

_Cuando lo del toro yo era un crío y luego, pues sí, espabilé; o mejor, me espabilaron, me harté de pasar hambre mientras mis amos comían. Fueron a cuál peor; menos el pobre hidalgo aquel venido a menos que no tenía ni para él. Que vivíamos los dos de la caridad de las buenas vecinas.

_Pues yo no es que comiera mejor, sobre todo en casa del Dómine Cabra aquel. A decir verdad, yo creo que ni los estudiantes comían como Dios manda. Yo pienso que el dómine tenía engañados a los padres.

_Pero tú y tus compinches no hacíais nada bueno. Que me he enterado yo. Lo vuestro sí era robar no los rasguños que yo les hacía a los panes del de Maqueda. ¡Menudo roña! Pero pronto me gané la comida trabajando. Yo de robar nada.

_No te hagas ahora el honrado. A fin de cuentas, pícaros fuimos y pícaros seremos mientras vivamos en las memorias de la gente.

_Yo más que pícaro fui un desgraciado. Para picaros mis amos, menos el hidalgo, el único del que guardo buen recuerdo.

_ ¿Es verdad lo que se dice de que es a él a quien le cuentas tu vida en una carta?

_A quien le cuento mi vida es cosa mía. Además, nunca diré algo que pueda comprometer a un amigo si lo relacionan conmigo. Y cuenta tú. ¿Cómo llevas lo de tu padre?

_Lo asumí bien. Él siempre se sintió orgullosos de su trabajo y murió como un valiente, sin llorar ni nada.

_¡Hombre! Llamarle trabajo a robar…y que el verdugo que te dé matarile sea tu propio hermano ¡menuda familia, compadre!

_Tú y yo tendríamos que irnos al extranjero como hace ahora todo el mundo cuando no está bien en su casa, o en su tierra.

_ ¡A buena hora! Si no recuerdo mal, acabas el relato de tu vida diciendo que te fuiste a otra parte pero que nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres.  Yo creo que cambiar de lugar no cambia a las personas. Te dejo, tío, que me llaman para otra charla.

_Vale, que te vaya bien. Recuerdos a tu mujer…ja ja ja.

_ ¡Vete a la …p.m.!

Hasta la próxima entrada.

1 comentario:

  1. Este coloquio de los pícaros Lázaro y Pablos me recuerda que la fama le ha dado la inmortalidad y por lo tanto viven entre nosotros para siempre. Por eso al final se despide uno del otro porque espera participar en una charla de alguna tertulia actual.
    Lázaro es ya mayor y ha perdido esa ingenuidad de la infancia que tanto ha cautivado a los lectores. Pablos poco ha aprendido acompañando a su amo en sus estudios. Un detalle muy bueno por tu parte ha sido reproducir esa moralina final de que el cambiar de lugar no cambia a las personas si no cambian de vida y costumbres.
    La reacción de Lázaro cuando Pablos, al despedirse, le manda recuerdos a su mujer, queda lejos de aquella resignación con la que aceptó casarse con la barragana del Arcipreste. ¿Quiere eso decir que la vida le ha abierto los ojos? La lectura de tus relatos son una delicia, como siempre.

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