Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

lunes, 15 de enero de 2024

 

  

Sobre la espacialidad en la narrativa.

  Normalmente, al analizar una novela siempre se prestó más atención al tiempo que al espacio. No obstante, yo, atenta a   la propuesta de Bajtin de que no hay tiempo sin espacio, he tenido la tendencia a estudiar ambos. Sin embargo, no me había percatado, o quizá no del todo, del valor simbólico que puede aportar el espacio al relato, a la acción, a la vida de los personajes.

  Y no solo eso, sino también la importancia que adquiere la ciudad en novelas como La Cartuja de Parma, el Quijote, Nuestra Señora de París, La Montaña Mágica…de las que señala García Berrio:como el protagonismo del espacio conforma una fascinación novelesca”, y el contraste entre el espacio exterior y el interior.

 Esa fascinación la encontramos no solo en las novelas citadas como el París de Notre Dame sino también en la Vetusta de La Regenta, a o la Barcelona de Mendoza, por ejemplo.

 También a esas novelas como a otras de Mendoza (la isla inaudita), algunas de Carmen Martín Gaite y otras más actuales, que iremos viendo, se puede aplicar lo que decía Charles Du Bos “El tiempo del novelista tiene necesidad del espacio, para asociarnos a los procesos concretos de los personajes y para que, gracias a ese entrecruzamiento, pueda darse la composición de un mundo”, que es lo que persigue el novelista.

 En cuanto al valor simbólico, como el contraste fuera - dentro podemos seguirlo ya en textos de épocas remotas. Pensemos en la primera escena del Cantar de Mío Cid. Rodrigo, situado en el exterior, vuelve la vista atrás y la fija en su casa, ese espacio cerrado, íntimo, que albergó su vida familiar y llora “de los sos ojos tan fuertemientre plorando…” Fuera le esperan el destierro, la soledad, las penalidades…; dentro queda el vacío de lo que fue.

Una escena parecida encontramos en la Ilíada cuando Héctor, tras despedirse de su familia, ve el que ha sido su hogar hasta ese momento.

 Mucho más actual y muy significativo es el espacio en las novelas de Carmen Martí Gaite. Por ejemplo, en “nubosidad variable” el espacio, como tal, apenas cuenta. Su función es básicamente simbólica.  Fijémonos en que apenas si hay alguna situación que se dé en un espacio abierto, exterior. Solo algún paseo de Mariana por la playa y, muy importante, el momento final en que las dos amigas, en la terraza de un chiringuito de playa intentan poner orden en todos sus papeles con el fin de escribir con ellos una novela. ¿Por qué ese momento? Porque les ha llegado la liberación. Pero empieza a llover y tendrán que refugiarse en el interior, que tal vez las acogerá con un útero materno.

Todo lo que las dos autoras de las cartas relatan ocurre o ha ocurrido en lugares interiores, cerrados: sus viviendas, una exposición, una cena fría en un loft, un tren, la habitación de un hotel…. Esa insistencia en el interior no es otra cosa que el símbolo de ese mundo cerrado, esa prisión en que han vivido y viven estas dos mujeres junto con el striptease psicológico, emocional, que están haciendo a través de las cartas.

 También es simbólico el espacio en El cuarto de atrás. En realidad, las novelas de esta autora requieren un estudio detenido en lo que a este tema se refiere.

También es claramente simbólico el espacio en DEMONIOS FAMILIARES de Ana M.ª Matute. Por un lado, está la casa con sus lugares habituales, cocina, comedor, salón. Casa que para Eva es casi símbolo de cárcel. Por otro, los que representan el pasado, los recuerdos, los secretos. Son el dormitorio de Eva y el desván.   El desván, símbolo muchas veces en la literatura del mundo interior, con sus buenos y malos recuerdos, con sus secretos y sus miedos.

  También el interior de una vivienda puede significar quién es en realidad su ocupante. En “la elegancia del erizo” la casa de la portera es índice de su ocupante. Ella es consciente de lo que se espera de su condición de portera y en la habitación que da a la portería suele tener puesto el televisor a todo volumen, pero al fondo está su mundo, su refugio, su vida auténtica con sus libros y películas de culto.

 Ya en El Quijote, señala García Berrio la diferencia entre el valor del mundo exterior y el interior. Entre la llanura de la Mancha que recorre en pleno verano y la sensación de bienestar de una casa, sea venta, o castillo.

 Volvamos a dos novelas ya citadas: Notre Dame de París y La Regenta. En estos casos nos vamos a centrar en el valor que la Catedral aporta a la acción y a la vida de los personajes.

 En Notre Dame será refugio para Quasimodo. También durante un tiempo para la gitana Esmeralda a la que oculta y protege Quasimodo. En algún momento funcionará como asilo para perseguidos por la justicia como solía ser en los tiempos en que ocurre la acción. Es, por otra parte, el escondite de la afición a la magia, los hechizos… del deán. O sea, refugio, intimidad personal.

 Qué es la Catedra en La Regenta. El lugar donde el magistral muestra su dignidad, el lugar de las confesiones de Ana Ozores, bien en el confesionario bien en un monólogo íntimo. Pero también es con su torre el lugar que sirve a D. Fermín como sucedáneo de sus añoradas montañas, y la atalaya desde la que puede ver la vida de Vetusta. El huerto de Ana, pero también la pequeñez e insignificancia de los vetustenses a los que desde las alturas ve como como simples insectos que pululan por la plaza. Es, además el espacio en que se cierra la novela. En este caso más que el sosiego y la paz que suelen transmitir las iglesias fue para Ana su sarcófago.

Este tema sería como el cuento de nunca acabar. Vamos ahora a centrarnos en el espacio exterior, las ciudades.

 Para Asunción Rallo La ciudad literaria debe tener referentes reales, pero también asumir escenarios que configuren su identidad espacial y temporal, correspondientes a los personajes y a la trama.” Considera que ciudades como el Madrid de “Fortunata y Jacinta” o la Venecia de “La isla inaudita” no son menos literarias por aparecer en toda su verdad realista que las imaginadas, dado que aparecen con nombres ficticios, como Vetusta de “La Regenta”.

Continúa Asunción Rallo hablando de cómo “en esos escenarios se manifiesta la dependencia de los que los habitan sin que esto tenga que ver con su valor ficticio.” Así pues, comprobaremos que, en estas ciudades, ficticias o no, se hacen palpables todos los elementos de la ciudad y sus habitantes; tanto en el aspecto físico como en la vida privada de los personajes.

   “Estas ciudades imaginadas responden a la época y son reales en cuanto que    recuerdan la ciudad vivida por el novelista. …No son meros escenarios, son creaciones en las que se puede descubrir la localidad natal o la habitada……por el novelista” comenta la profesora Rallo Gruss y cita como ejemplos el París de Balzac, la Praga de Kafka, entre otros. Nosotros tendríamos que hablar del Madrid de Galdós, de Valle-Inclán, Oviedo de Clarín y la Barcelona de Mendoza, entre otros muchos.

   Hay que tener en cuenta la razón que lleva al novelista a elegir la ciudad. En ella conviven todas las clases sociales, variedad de culturas, personas con múltiples y diferentes problemas. El escritor quiere contar la vida de esa sociedad variopinta, múltiple; quiere hacer una disección de esa sociedad, una crítica. Y esto es lo que vemos en las novelas de Galdós, Clarín, Gabriel Miró, Eduardo Mendoza, Cela….

 “Creo que las ciudades se han convertido en las grandes protagonistas de nuestras vidas. La misma historia personal no puede vivirse igual en Londres que en Nueva York, Barcelona, Roma, París o Sevilla. La ciudad es hoy el protagonista colectivo".  Comenta E. Mendoza, en una entrevista.

Nos detenemos un instante en Eduardo Mendoza. En él el espacio exterior, la ciudad, es, salvo pocas excepciones como LA ISLA INAUDITA(Venecia) Y RIÑA DE GATOS (Madrid), Barcelona.

  Tomamos como ejemplo” El caso de la modelo desaparecida”. Queda inmediatamente ratificado que se trata, en general de la Barcelona de los bajos fondos, los bares pringosos y pobres, las viviendas en donde faltan los cristales que evitarían la entrada del frío, los bancos de los parques donde duermen los sin techo (entre otros más de una vez nuestro protagonista), y la calle: calles y plazas y parques y jardines. Calle, en una palabra.

Le sirve la calle para hacer una disección de la ciudad, lo aceptable y lo rechazable, lo conservado y los cambios más o menos, más bien menos, oportunos y la agitada vida de sus habitantes. Una visión satíricamente crítica de su ciudad.

Y ¿Qué decir de la Vetusta de Clarín en “La Regenta”?  En este caso, se ha convertido el adjetivo vetusto/a (extremadamente viejo y/o anticuado) en nombre propio para designar una ciudad cuyas gentes viven encerradas en sus usos y costumbres casi ancestrales.

La Regenta debería llevar por título Vetusta, al ser la ciudad el verdadero protagonista” dirá Albert Brent.

   La profesora Rallo Gruss incorpora esta ciudad a las de tipo metafórico:

En un grado metafórico distinto sus componentes dan nombre a un figurado lugar, la Región de Benet, Macondo de García Márquez, Comala de Rulfo, Mágina de Muñoz Molina.”

Así pues, autores hay que convierten la ciudad prácticamente en protagonista    de su obra y por tanto no le cambian el nombre. Ahí está el París de Notre Dame, el Madrid de Galdós, de Cela, de Valle- Inclán. La Barcelona de Mendoza (también hace una incursión por Venecia y por Madrid), o la Barcelona medieval de “La Catedral del mar” de Ildefonso Falcones; o la más actual de “La sombra del viento” de Ruíz Zafón.

También cabrían en este grupoVentanas de Manhattan” de Muñoz Molina; Esperando el diluvio (Bilbao) de Dolores Redondo, y El silencio de la ciudad blanca (Vitoria) de Eva García Sáenz de Urturi

Ahí, en las calles de esas ciudades veremos: dormir a los sintecho, trabajar unos, buscarse la vida otros, pasear o correr; veremos manifestaciones, alborotos, diversión, procesiones y un larguísimo etcétera. Las calles serán, pues, el pulso de la ciudad.

Los ejemplos y comentarios serían interminables y requieren mucha atención. De momento lo dejamos aquí para que sirva sólo de recordatorio acerca de lo que no deberíamos olvidar al leer una novela.

1 comentario:

  1. Como siempre tu capacidad de análisis de un tema literario, en este caso el espacio en la narrativa, muestra tu capacidad de lectora y el detallismo con que lees. Siempre es una delicia seguir tus escritos.

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